Siempre pensé, sin
darme cuenta, que era la hija que toda madre quería tener. Intenté hacer lo
mejor desde pequeña; jamás me castigaron pues no tenían porqué hacerlo, jamás
me gritaron ni golpearon, tampoco nunca debieron decirme que estudiara o que no
me ensuciara como la mayoría de los niños. Cuando crecí y como al contrario de
la mayoría no fui cercana a mis padres, ni al uno ni al otro, creo que fue por
lo mismo, para no molestar y para que vieran que su hija podía ser perfecta sin
siquiera molestar un poco. Crecí cobijada en mí misma y en mi infancia
arrebatada, en la madurez que una niña no debe tener frente a separaciones,
maduré de golpe cuando me arrebataron a la única persona con la cual me sentía
niña. Estudié, crecí, continué, maduré, me convertí en mujer cuando no
alcanzaba ni los ocho, supe de enfermedades, precariedad, pobreza, tristeza y
pena, sobretodo pena.
Seguí a mi madre a
todas partes, desde el baño en donde se veía a ella misma borracha para cuando
se acababa de separar de mí papá, la seguí cuando tenía la entereza de proteger
y enseñar a niños en situaciones socioeconómicas detestables, la supe acompañar
para cuando trabajaba ornamentando las calles de la comuna por unas pocas
chauchas, he sabido de caminar cuadras sin fin para buscar una caja con comida,
supimos de pintar paredes y con ello sueños que un día todo fuera mejor para
ambas, he sabido ser su compañera, amiga e hija, y claro, aún así a veces me
parece que nada de todo eso ha valido la pena. Quizás nunca he sabido expresar
correctamente mi amor, quizás fui acompañante, pero nunca una persona cercana
porque tampoco había comunicación, quizás por el mismo hecho de no querer
molestar.
Últimamente no sé si
estoy bien o no, sólo me siento sosegada frente a todo lo que pasa, a la pena
en que me inmerso cuando la veo transformada en una persona que traspasa los
límites del compartir y disfrutar, esa persona que traspasa la frágil línea del
ser divertido y libre para formar parte de quien es una completa extraña a mis
ojos lagrimosos de tanta rabia y pena. No sé a que llegará esto, sé que tendrá
un fin, pero el punto final a esta historia no lo pondré yo, pues he de hacer
lo que en mi camino se plante… Ojalá que el final sea un punto seguido a una
vida bella.